Por: Sofía Chipana Quispe, Pueblo Aymara
En el hemisferio Sur vivimos el tiempo del solsticio de invierno, se trata de un tiempo nuevo, con la llegada de los primeros rayos del sol, que transmite su energía, y nos ofrece la renovación espiritual necesaria para seguir caminando por nuestro tránsito por esta vida. En muchos espacios ancestrales considerados como espacio de la energía cósmica, numerosas Comunidades se autoconvocan desde el ritual del fuego que acompaña toda la noche, hasta que se siente cómo los rayos del sol despuntan de las altas montañas para llenar la vida con su luz, su fuerza.
Hoy, estos espacios territoriales, son significativos porque nos conectan con la memoria larga, pues se trata de tiempos cargados de sentido, de símbolos, de conexiones necesarias con las fuerzas de la vida, que permanecen de manera constante, aunque algunas veces son más sentidas que en otros tiempos, pues tiene que ver con la resistencia de los pueblos, no sólo ante los avatares provocadas por las ambiciones humanas, sino también por los ciclos de los tiempos. No es de extrañar que nuestras abuelas, abuelos de las memorias largas hayan invocado todas la fuerzas del sol en este tiempo, cuando se aleja más, por lo que el frío se deja sentir y, en algunos lugares se siente la hostilidad del territorio, donde pareciera que la vida se siente amenazada. Es cuando se precisa renovar, a través de la ritualidad, la fuerza con el sol y el fuego, donde se escucha el clamor, ¡retorna, retorna, señor sol!, para extender las manos y bañarse con sus rayos vitales, que son agradecidos y celebrados con música y danzas, porque desde la poderosa memoria ancestral se sigue intencionando el restablecimiento del equilibrio que necesitamos en todos los espacios de nuestro bello cosmos.
Desde el cobijo de Tata Inti y Mama Quilla (señor sol y señora luna), de los que somos parte en el altar de la vida, buscamos seguir viviendo la conexión con esas fuerzas profundas, que nos permiten asumir con responsabilidad nuestra vida en relación con todas las formas de vida. Hoy ofrecemos nuestras ofrendas para seguir vinculadas, vinculados al cosmos, a la Pacha. Celebramos la renovación de los ciclos reproductivos de la vida, de manera particular del agua que habita en los diversos ojos, fuentes y vertientes que se despliegan por los ríos, hasta llegar a los lagos, lagunas, mares, que se conectan como las venas en el cuerpo de la Pacha, por la que también fluimos desde nuestros cuerpos territorios.
Abrazamos las fuerzas de Tata Inti y Mama Quilla para seguir amaneciendo después de la noche plena que nos permitió sentipensar sobre nuestras realidades, que nos permiten acoger la fuerza de las vidas plenas y dignas, pero también las resistencias y todas las situaciones vulneradas. En este amanecer, el gran deseo es que como comunidad humana caminemos con un buen corazón, ya que todo el cosmos y las diversas comunidades de vida contemplan expectantes nuestros caminos, pues somos la comunidad que mayores cambios van generando en esta casa común, y que sin duda está alterando seriamente sus ritmos a fin de seguir extrayendo beneficios para nuestras supuestas seguridades.
Desde la conexión con la vida que nos ofrece este tiempo, entramos en la consciencia necesaria de salir de la arrogancia de sentirnos que somos el centro de la vida, de sentir que la tierra nos pertenece y que nos desubica de nuestra pertenencia a ella. Hoy celebramos, con las diversas comunidades humanas, que desde los espacios más recónditos siguen sosteniendo la armonía de la vida, asumiendo la única responsabilidad con la que llegamos a nuestros territorios y que la ejercemos de diversas maneras en el encuentro con las fuerzas semejantes.
Las ritualidades celebradas hoy, y las que se seguirán celebrando, siguen siendo el vínculo con las raíces de las que somos parte, a fin de superar la “folklorización” a la que muchas memorias y sabidurías se fueron limitando, que nos extravían en el vacío que aleja de la conspiración del cosmos, ya que las fuerzas humanas siempre son limitadas. Por ello en este amanecer, nos presentamos a todos los espacios sagrados de las ancestras y ancestros con las palabras cantadas por la querida Anita Tijoux, del territorio Mapuche:
Vengo en busca de respuestas.
Con el manojo lleno y las venas abiertas,
vengo como un libro abierto.
Ansiosa de aprender la historia no contada de nuestros ancestros.
Con el viento que dejaron los abuelos y que vive en cada pensamiento
de esta amada tierra.
Quien sabe cuidarlo es quien de verdad la quiere.
Vengo para mirar de nuevo, para deducirlo y despertar el ojo ciego,
sin miedo, tú y yo descolonicemos lo que nos enseñaron.
Con nuestro pelo negro, con pómulos marcados,
con el orgullo huido en el alma tatuado.
Vengo con la mirada, vengo con la palabra.…
Vengo a mirar el mundo nuevo.
Desde los territorios altos enviamos, con convicción, la fuerza de nuestro saludo a los territorios de los cuatro puntos cardinales:
¡Jallalla!
Publicado en Amerindia el 22 de junio de 2018.