En 1810, con la revolución incipiente, nuestro país comienza a pensarse patria, las discusiones en el espacio público y el privado giraban en torno a qué alcance le daban a esta gesta: ¿sería una revolución en el más pleno sentido de la palabra y entonces comenzaríamos a pensarnos como un país independiente de la colonia española? o, como algunos preferían pensar, ¿solo un acto de resistencia contra el invasor francés que había derrocado al Rey Carlos IV y a su heredero Fernando VII?
Los revolucionarios eran leales a la corona algunos, y otros, inspirados en las ideas de la revolución francesa, comenzaban a imaginarse independientes. En cualquier caso, seguía siendo un proceso burgués y municipal que, a partir de entonces, ensayarían distintos modelos de gobiernos como el Cabildo Abierto, la Primera Junta de Gobierno y los triunviratos.
Por fuera de los límites del Cabildo, en las extensiones del territorio aún colonial, los Pueblos Indígenas vivían sus propios procesos de resistencia.
Desde el 25 de mayo de 1810 estos nuevos gobiernos patrios interactúan con los Pueblos Indígenas en forma pacífica, promovida por Mariano Moreno, Manuel Belgrano y Juan José Castelli, todos estos líderes de la revolución.
En diciembre de 1810, Castelli decreta la emancipación y la anulación total del tributo impuesto a los Pueblos Originarios, equiparó a los nativos con los criollos y los declaró aptos para ocupar todos los cargos del Estado. Sus decretos y actas se tradujeron al Quechua y al Aymara.
En este contexto, pareciera que el nuevo país se pensaba inclusivo, integraba a los Pueblos Indígenas. Belgrano reconocía como héroes a los Incas, la Asamblea del Año XIII declara la libertad de vientres, el propio Himno Nacional Argentino en su texto los nombra “se conmueven del Inca las tumbas y en sus huesos revive el ardor, lo que ve renovando a sus hijos, de la Patria el antiguo esplendor”.
Este mismo reconocimiento es llevado a los debates del Congreso de Tucumán. Belgrano y San Martín proponen la independencia de España y la formación de una monarquía, Belgrano propone que el monarca “debe pertenecer a la dinastía de los Incas por la justicia que en sí envuelve la restitución de esta Casa tan inicuamente despojada del trono”.
“Existía el modelo de pensarnos como pueblo liberado, una América Latina que es criolla, pero también mestiza, negra, afro e indígena”[1]. El 9 de Julio de 1816 se declara la independencia y el acta se traduce a los idiomas Aymara, Guaraní y Quechua, nada de ello consta en los libros oficiales de historia, sin embargo la independencia no hubiera sido posible sin la participación indígena.
La gesta de los ejércitos patrios contra los realistas no se hubiera podido lograr sin las habilidades, los conocimientos del territorio y la valentía de los soldados indígenas. Los Andes hubieran sido infranqueables sin los saberes y recursos de las Comunidades Indígenas, al decir del propio General San Martín:
“He creído del mayor interés tener un parlamento general con los indios pehuenches, con doble objeto, primero, el que si se verifica la expedición a Chile, me permitan el paso por sus tierras; y segundo, el que auxilien el ejército con ganados, caballadas y demás que esté a sus alcances, a los precios o cambios que se estipularán: al efecto se hallan reunidos en el Fuerte de San Carlos el Gobernador Necuñan y demás caciques”[2].
San Martín reconocía a los Pehuenche como dueños del territorio que iba a atravesar y para ello debía contar con su consentimiento, tenían que ser “consultados”, había que parlamentar con sus autoridades, lo que hizo personalmente, tal como procedió con el mismo General Simón Bolívar.
Muchos de estos conceptos, tales como “preexistencia étnica”, “reconocimiento de sus autoridades y culturas ancestrales” y “consulta”, solo fueron retomados y reconocidos por el Estado tras más de 180 años con la Reforma Constitucional de 1994.
La discusión acerca de la forma de Estado a adoptar -monárquica, democrática, republicana, federal o unitaria- se resuelve con el dictado de la Constitución de 1853, y con ella la invisibilización y negación de los Pueblos Indígenas. Mitre comienza a escribir la historia oficial, aquella que se sustenta en el paradigma de un Estado nacional, una única cultura, única lengua y una sola espiritualidad, la cristiana.
El proyecto de país inclusivo se derrumba y se desata la guerra silenciosa contra aquel otro, “el indio”, del que había que proteger las fronteras de la patria. El exterminio comienza y se legitima en nombre de la unidad nacional, Roca sella los destinos de los Pueblos del Sur, en el genocidio -conquista- del desierto (1879). Al otro, largo y silencioso, de los Pueblos Indígenas del norte durante fines del siglo XIX y XX -Masacre de Napalpí y Masacre de Rincón Bomba- se suma la esclavitud a la que los sometían las empresas forestales.
Pasaron años de invisibilización, de resistencia y de constantes lucha en la que los Pueblos Indígenas reivindicaron su existencia y protagonismo en la historia de nuestra patria, se reconocen y reafirman como parte de este Estado al que se incorporan con su preexistencia, exigiendo el reconocimiento de la multiculturalidad de la Argentina. Así quedó establecido en la Reforma Constitucional de 1994 -en el artículo 75, inciso 17-, a partir de ahí solo puede pensarse en más derechos, más reivindicaciones, mas ciudadanía y más respeto.
Sin embargo, hoy, a las puertas de concretarse “pactos” convocados por el gobierno de Milei, con el objeto de refundar la República, una vez más el paradigma impuesto por el Estado parece ser la invisibilidad, pues a esa reunión en la que se supone se pensará un nuevo modelo de país, partiendo de las bases que el presidente propone-impone, los Pueblos Indígenas han sido excluidos.
[1] Abraxas Zulema Enríquez, periodista y docente a cargo del área de Pueblos Originarios en la Secretaría de Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social en la Universidad Nacional de La Plata.
[2] Carta de San Martín al Gobierno de Buenos Aires en Gerónimo Espejo, El paso de los Andes, Buenos Aires, Kraft, 1953, págs. 301/2, citado en Pag 305, Carlos Martínez Sarasola, “Nuestros paisanos los Indios” [1992], 2011, Editorial Del Nuevo Extremo S.A. Mantenemos la cita textual, atendiendo a usos del lenguaje por aquel entonces.