En 1816 más de 70% del actual territorio nacional estaba ocupado por Pueblos Indígenas.
Una muestra de esa territorialidad es el hecho de que el Acta de Independencia, sancionada en el histórico Congreso de Tucumán en 1816, aunque no los nombraba, fue traducida del castellano a los idiomas Quechua, Aymara y Guaraní para divulgarla entre la población criolla y originaria de toda la región.
El que fueran escritas en tres lenguas indígenas da cuenta de que los congresales en Tucumán honraron el espíritu pluricultural que, desde antes de 1810, buscó maneras de convivencia con los Pueblos Indígenas, respetando sus diferencias y considerando su preexistencia. Baste recordar la propuesta de Belgrano, San Martín y Güemes de establecer un gobierno con la estructura de una Monarquía Constitucional con una dinastía Inca.
Sin embargo, la visión de un país multiétnico duró poco, ya que tiempo después del nacimiento de Argentina como Nación, el Estado fue extendiendo sus fronteras sobre esos Territorios Ancestrales, a base de genocidios y matanzas, despojando a Comunidades, Pueblos y Culturas Indígenas, discriminándolos, exterminándolos…
Hoy, 206 años después, el Estado continúa sin respetar plenamente los derechos indígenas, que fueron reconocidos recién en 1994 con la incorporación de estos a la Constitución Nacional en el artículo 75, inciso 17. La devolución, aunque sea parcial, de los territorios usurpados no está en las políticas públicas.
Las empresas mineras y forestales, de capitales generalmente foráneos, siguen pretendiendo avanzar sobre territorios indígenas con anuencia oficial, sus sitios ancestrales son devastados.
Fuimos capaces de declararnos independientes, de reconocer la preexistencia de los Pueblos Indígenas, ahora nos falta construirnos como país multiétnico y pluricultural.