Luego de una caminata de más de dos meses el “Malón de la Paz” llegó a Buenos Aires
Atahualpa Yupanqui significa “el que viene de lejos a contar”. El domingo 1º de septiembre de 1946 Yupanqui publica, en el diario La Hora, una extensa carta abierta en la que señala: “Te lo advertí, ¡Hermano Kolla! ¡Recuerdas que te hablé de Condorcanqui, de Katari, de Pillito! Ellos también como tú, se echaron al sol al hombro y caminaron senderos del Ande hasta las pampas desiertas, con la ilusión que la vida prende en los seres humildes que creen, que viven bien, piensan y sienten bien”.
El 3 de agosto de 1946 el “Malón de la Paz” llegó a la Capital con sus mulas, carretas y una consigna firme en reclamo por sus derechos. Se dirigieron hacia el centro desde el barrio de Liniers. Recibidos en la Casa Rosada, entregaron un sobre con sus solicitudes y se fueron con la promesa del presidente Juan Domingo Perón de conceder lo pedido.
Después, el Estado argentino mostró su verdadero rostro. Pasaron los días y no hubo respuestas, pero eso no era todo, más tarde vino lo peor.
Miembros de las Comunidades Queta, Tinate, Casabindo, Casa Colorada, Guadalupe, Agua Chica, Miraflores de la Candelaria, Quichagua, Abra Pampa y Rinconada, pertenecientes al Pueblo Kolla, emprendieron esta histórica movilización desde la Puna hacia Plaza de Mayo para hacer visibles sus reclamos territoriales y denunciar situaciones reiteradas de explotación y opresión por parte de quienes se hacían llamar “dueños de la tierra”.
La lucha tenía que ver con que sus territorios ancestrales fueron ocupados, casi en su totalidad, por europeos y sus descendientes criollos. En algunas regiones, miembros de los Pueblos Indígenas fueron equiparados a “siervos” por los ocupantes criollos de esos lugares, donde los hacían trabajar en condiciones deplorables, en otras fueron desplazados y hasta eliminados.
El Malón partió de Abra Pampa -Jujuy- el 15 de mayo de 1946, pasando por Casabindo, Colorados, Tumbaya, Volcán, Yala y Jujuy, donde arribaron el 24 de mayo. Allí se les unió otra columna desde Orán (Finca San Andrés) y de Iruya (Finca Santiago). En total fueron 174 caminantes Indígenas.
La marcha continuaba. Pasó por San Nicolás de los Arroyos el 18 de julio y por Pergamino el 21 de julio, donde una Comisión de Vecinos les ofreció comida y ropas. Fueron recibidos por una multitud, incluyendo autoridades municipales y agricultores, que además venían reclamando por una reforma agraria. El Malón llegó a Luján el 30 de julio, y a Merlo el 1 de agosto, donde fueron bienvenidos, recibiendo nuevamente aportes de vecinos.
Los manifestantes Indígenas ingresaron a la capital desde Liniers, el 3 de agosto de 1946.
Fueron recibidos por los directores del Departamento de Protección Aborigen y alojados en el Hotel de Inmigrantes, en Puerto Madero, en lo que significó una demostración simbólica, como la carta escrita por el presidente -donde se comprometía a la restitución de los territorios- que resultó solamente eso, un gesto vacío.
Luego de varios días de espera e incertidumbre, a fines de agosto y sin mediar explicaciones, una guardia armada cercó el hotel. Les notificaron un cambio de alojamiento pero el traslado resultó un engaño. Los llevaron a Retiro para enviarlos a sus lugares de origen, pero resistieron, regresando al hotel, entre corridas y forcejeos. El 28 de agosto las tropas irrumpieron en las habitaciones, a la fuerza y con gases lacrimógenos fueron embarcados en vagones de carga y devueltos en un tren que sólo hacía paradas nocturnas, rodeados de policías. El 3 de septiembre llegaron a San Salvador de Jujuy. A su arribo los esperaban los capataces. Todo volvía a cero.
En 1949, como repercusión del Malón, el gobierno nacional expropió tierras en la Puna y en la Quebrada de Humahuaca para devolverlas a las Comunidades Indígenas, pero la efectivización de este reintegro nunca se llevó a cabo.
El Malón de La Paz todavía se encuentra invisibilizado en la historia, como parte de una política social que no cambió la reforma constitucional de 1994; así también el Pueblo Kolla se ve obligado a continuar su lucha por la recuperación de los territorios que tradicionalmente le pertenecen y espera esa justicia social que nunca llegó.