Cada 23 de marzo, la ciudad de Esquel, en Chubut, recuerda un hito en su historia: el plebiscito en el que el Pueblo rechazó la instalación de un proyecto minero a gran escala. Con un 82% de votos en contra, la población marcó un punto de inflexión en la discusión sobre la megaminería en Chubut.

La historia comenzó en 2002, cuando la empresa Meridian Gold oficializó la compra de un yacimiento ubicado a solo diez kilómetros de Esquel, con el respaldo de las autoridades municipales y provinciales. Sin embargo, lejos de aceptar la decisión, los vecinos empezaron a organizarse. En octubre de ese año, conformaron una asamblea que, un mes después, se consolidó como la “Asamblea de Vecinos Autoconvocados por el No a la Mina”.
El gobierno provincial intentó abrir el debate con una audiencia pública programada para el 4 de diciembre, pero la creciente movilización popular cambió el rumbo de los acontecimientos. El 24 de noviembre, una multitudinaria marcha recorrió la ciudad, logrando la suspensión de la audiencia. El 4 de diciembre, las calles volvieron a llenarse de manifestantes, dejando en claro que el pueblo no estaba dispuesto a ceder.
El 5 de febrero de 2003, el Concejo Deliberante aprobó la realización de una consulta popular, que el Ejecutivo municipal promulgó de inmediato. A partir de entonces, se intensificaron las actividades de concientización: charlas, muestras de cine, expresiones artísticas y encuentros comunitarios reforzaron el mensaje.
Finalmente, en el plebiscito del 23 de marzo, la voluntad popular se expresó con contundencia: el 82% de los votantes rechazó la megaminería en Esquel.
Lo ocurrido en Esquel trascendió su territorio y se convirtió en un símbolo de lucha y soberanía ciudadana, demostrando que, cuando una comunidad se organiza y defiende sus derechos, puede cambiar el rumbo de su propia historia.