Sentirse parte y no dueño
A lo largo de los siglos, la relación entre los Pueblos Indígenas y su ambiente ha sido afectada a causa, en gran medida, de la desposesión territorial o del traslado forzado de sus tierras tradicionales.
Los derechos sobre el territorio, su aprovechamiento y la gestión de los bienes naturales siguen siendo cuestiones críticas para las Comunidades Indígenas, permanentemente acechadas por intrusos que desean usufructuar económicamente esos bienes. Estos son los proyectos extractivistas, las actividades mineras y forestales y los programas agrícolas que siguen, día a día, desplazando a los Pueblos.
Los daños ambientales que generó y sigue generando el capitalismo desmesurado son considerables, especies de la fauna y la flora han quedado extinguidas o amenazadas, ecosistemas excepcionales, únicos, han sido destruidos y áreas naturales de gran valor para el Buen Vivir completamente contaminados.
El derecho de los Pueblos Indígenas a participar en la utilización, gestión y conservación de los bienes de la naturaleza se reconoce en el art. 15 del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales en los Países Independientes, así como en la declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos indígenas, donde se proclama el derecho de las Comunidades a poseer sus tierras tradicionales y a gestionar su ambiente y recursos (art.26) y como surge del art. 75, inc. 17 de la Constitución Nacional: … “Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales”. Sumado al art. 41 del mismo texto, “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado y apto para el desarrollo humano”.
El Papa Francisco, en el documento Querida Amazonía, artículo 42, expresa, “si el cuidado de las personas y el cuidado de los ecosistemas son inseparables, esto se vuelve particularmente significativo allí donde la selva no es un recurso para explotar, es un ser, o varios seres con quienes relacionarse. La sabiduría de los Pueblos Originarios (…) inspira el cuidado y el respeto por la creación, con conciencia clara de sus límites, prohibiendo su abuso. Abusar de la naturaleza es abusar de los ancestros, de los hermanos y hermanas, de la creación y del Creador, hipotecando el futuro”. Asimismo, afirma “… Los indígenas, cuando permanecen en sus territorios, son precisamente ellos quienes mejor los cuidan, siempre que no se dejen atrapar por los cantos de sirena y por las ofertas interesadas de grupos de poder. Los daños a la naturaleza los afectan de un modo muy directo y constatable, porque -dicen- : Somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios. Por lo tanto, pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre Tierra. La tierra tiene sangre y se está desangrando, las multinacionales le han cortado las venas a nuestra Madre Tierra”.
Antes lo hizo en el documento Laudato Si’, cuyo art. 146 expresa “En este sentido, es indispensable prestar especial atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales. No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirse en los principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios”.
Es imposible concebir un ambiente sano sin una decidida actitud de cooperación, cuidado y reciprocidad con el entorno ambiental, así como lo demuestran los Pueblos Indígenas. Es necesario entender que dañarlo hoy es impactar en el mañana, el futuro no nos pertenece.