La participación de los Pueblos Indígenas, preexistentes a la Primera Junta de Gobierno con que se inició el proceso del surgimiento del Estado argentino, fue considerada en el mismo, aunque las políticas de los siguientes años y la historiografía oficial se encargaron de anular e invalidar estas premisas.
Mariano Moreno fue clave en estos primeros momentos del proceso revolucionario. Había obtenido su doctorado en Chuquisaca, con una tesis sobre el servicio personal al que eran sometidos miembros de las Comunidades Indígenas, donde hizo una fuerte denuncia sobre los maltratos que sufrían.
Manuel Belgrano también fue central en esta etapa. Fue quién tuvo la tarea de legislar para las Comunidades Guaraníes que pertenecían al régimen jesuita, estableciendo que sus habitantes eran libres e iguales a los demás “que hemos tenido la gloria de nacer en el suelo de América”.
En 1811 una nueva orden de la Primera Junta dispone que cada intendencia designe representantes indígenas. Conmemorando el primer aniversario de la Revolución de Mayo, Juan José Castelli, quién junto con Moreno y Belgrano desarrollaba un pensamiento político de avanzada, tributa un homenaje a los Incas en el Centro Sagrado de Tiwanaku, Bolivia, proclamando la unión fraternal con los Pueblos Indígenas.
Ellos valoraron a los Pueblos Originarios y reconocieron que desde siempre habitaron estos territorios.