Puente Quemado II, Arauco busca desalojar a familias Mbya de sus territorios


Un negocio cimentado en el modelo extractivista al que se sumaron los incendios, hicieron estragos en la selva.
 Foto: EMiPA.

Como si fuese poco vivir bajo la invasión de una multinacional y un ejército de pinos en su territorio, miembros de la Comunidad Puente Quemado II, ubicada en Garuhapé, son víctimas constantes del asedio de la empresa que va por todo.

No hay respeto ni consideración, solamente intereses económicos y un desprecio inagotable por la vida humana y la biodiversidad. “Es un monstruo grande y pisa fuerte”, dice una famosa canción de León Gieco. Arauco lo es. Pero la resistencia guaraní se impone -cada vez con más fuerza- ante los atropellos de los poderosos y la desidia del Estado.

El pasado jueves, la paz de la Comunidad fue interrumpida ante una sorpresiva visita de cuatro miembros de la empresa, la cual no solicitaron  previamente como  indican la mínimas normas  del respeto y la urbanidad, sino que debieron enfrentar un tenso momento inesperado en su Tekoa.

Bajo una lluvia torrencial, estas personas se presentaron con la firme intención de dar rienda suelta a su negocio a costa del desalojo de las familias, de las que niños y ancianos forman parte.

“No me avisaron nada, no me mandaron ningún tipo de mensaje avisando que iban a venir. Llegaron de repente y nos sorprendió porque vinieron queriendo sacarnos de nuestro territorio porque piensan que es de ellos”, contó el Mburuvicha Santiago Ramos.

Y siguió “Me pidieron que nos retiremos de la plantación de ellos y me exigían ver la carpeta técnica. También dijeron que querían sacar los pinos y después volver a plantar, pero les dije que no”.

Pese a su determinación en aquel momento clave, Santiago confesó que se sintió indefenso, desprotegido, pero seguro de sus derechos. “Nos llegaron de sorpresa, para mí fue un susto, casi no podía hablar, sé que con las empresas tan grandes no tengo defensa”, aseguró en relación al abandono que sufren por parte del Estado, que a través de sus diferentes instituciones debería defenderlos, pero resulta ser siempre aliado de los invasores.

La resistencia guaraní se impone cada vez con más fuerza ante los atropellos de los poderosos y la desidia del Estado. Foto: EMiPA.

“Ellos vinieron porque quieren sacar los pinos y volver a plantar, pero nosotros sabemos que tenemos el derecho de defender nuestro territorio, hace años está escrito en la Constitución Nacional”, explicó Santiago. Tal como mencionó, tras la reforma constitucional del año 1994, en el artículo 75, inciso 17, se reconoce su preexistencia y sus derechos humanos indígenas, entre ellos la ocupación de sus territorios ancestrales.

Sin embargo, el neocolonialismo de Arauco y los intereses económicos que acarrea, busca despojarlos de su territorio, entendido como el monte y el único lugar donde se dan las condiciones para ser Guaraní. Atentan, en otros términos, contra el modo de ser y estar de su cultura.

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Arauco insinuó una alternativa que resulta macabra casi en un tono piadoso, les ofreció el 1,5% -de una parte – de su propio territorio. Resulta ilógico pero es real. La Comunidad Puente Quemado II fue relevada en el marco de la Ley 26160, mediante la cual se determinó que ocupan y tienen posesión de  659 hectáreas, en 333 de ellas la empresa plantó pinos.

Arauco pretende que ocupen solamente cinco de esas 333, lo que representa el 1,5%. “Me dijeron que tengo que sacar de ahí a mi familia y llevarlos a un espacio de cinco hectáreas, pero nuestro relevamiento dice que tenemos 659 hectáreas. Les dijimos que no, que es momento de ocupar todo nuestro territorio”, afirmó Santiago, casi con la voz entrecortada por la rabia y la impotencia.

Con un dejo de tristeza, lamentó que “la biodiversidad de su territorio fue exterminada por la empresa, hoy por hoy es solo monocultivo, hectárea por hectárea, ya no convivimos con la biodiversidad, que son todos los seres vivos”.

Un negocio cimentado en el modelo extractivista al que se sumaron los incendios, hicieron estragos en la selva. Tardará años en recuperarse, o quizás nunca lo haga. Lo poco que queda debe ser resguardado por los únicos capaces de hacerlo: los Guaraní.

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